La insistente llamada de la Tierra Informe volvió multiplicada por mil, casi haciendo que Benu tuviese que arrodillarse.

—¡Con esto puedes rehacer el Teganze! —gritó Adiya—. Nunca más se acabará con la vida de manera gratuita. ¡Nunca más las mentiras envenenarán los corazones de nuestro pueblo! Mientras observaba los rostros de los habitantes del Valle Brumoso, una profunda sensación de claridad inundó a Benu. Aquella gente estaba equivocada en cuanto a sus costumbres, eso estaba claro, pero no eran sus enemigos. No deseaba luchar contra ellos, pues ese no era el camino de la verdad. Solo deseaba ilustrarlos.

—No puedo —dijo Benu.

Adiya aplastó el corazón con su mano mientras su cuerpo disparaba virotes de energía a causa de la rabia, lanzando a Benu al suelo con una gran fuerza.

—¡Vergüenza! —gritó ella—. ¡Cobarde!

Mientras Benu se esforzaba por incorporarse, con su cabeza dando vueltas y su visión borrosa, ya no podía seguir negando las señales de los espíritus. La Muerte se acercaba, y los ancestros querían una audiencia. Tiene que ser una señal, pensó.

Temblando por la concentración y haciendo rechinar los dientes, Benu se autoindujo el Trance de los Espíritus. Lágrimas lechosas de color azul celeste se derramaron por los ojos aturdidos del guerrero. Con cada gota, el velo de la sombra iba desgarrándose, revelando la topografía empírea de la Tierra Informe. Su corazón comenzó a relampaguear. Su mirada no tenía ninguna dirección, pero entonces, en la suave luz, observó miles de ojos blancos terrosos pertenecientes a seres de pura oscuridad similares a los humanos.

En el centro de la reunión había una figura solitaria, con su brazo sombrío haciendo señas a Benu. En su mente se formó un pensamiento: una impresión.

Ven.

Benu tembló con temor mientras avanzaba hacia el espíritu.

Tú eres Benu, eso lo sé.

Benu permaneció inmóvil. Los espíritus nunca le habían hablado, nunca se habían comunicado con tal claridad.

Te has desviado en gran parte de la verdad. Lo que es cierto es lo siguiente: la Tierra Informe no es tal y como la presentan los sumos sacerdotes. Aquel al que llamas hereje lo sabía. Por esa razón desafió a la ley.

Las imágenes giraban y brillaban ante Benu como si de humo y rayos se tratasen. Pudo ver a aquel al que llamaba hereje caminando a través de extrañas tierras que el joven médico brujo no conocía. Una estrella fugaz alumbró el cielo nocturno, y Benu la siguió hasta el lugar de su impacto: un pequeño pueblo acosado por el mal.

—Si lo sabía, ¿por qué se marchó? ¿Por qué no enseñó a los suyos?

Todos los umbaru siguen su propio camino. No hay dos iguales. él enseñará a su modo, y tú lo harás según el tuyo. Tú, Benu, te encuentras equidistante entre el mundo de las sombras y la Tierra Informe, como si hubieses nacido en la frontera entre ambas. Esta conexión será tu mayor arma.

—¿Qué es lo que pretendéis que muestre?

La vida en el mundo de las sombras es preciosa. No se debería malgastar. Las guerras umbaru no benefician a la Tierra Informe. Mbwiru Eikura es una tierra eterna, eso es cierto. Pero allí hay tanto alegría como dolor, al igual que en tu mundo. Estas son las verdades que mostrarás.

—Eso es lo que vi cuando observé a los espíritus sacrificados durante el Igani —respondió Benu.

Viste, pero no creíste.

Benu se quedó sin palabras. Aquellas frases eran agudas y ciertas.

También hay otra verdad. El fantasma se movió por encima del hombro de Benu. Allí, el velo entre los mundos se hizo más suave, y Adiya aparecía como detenida en el tiempo en su ascensión.

—Ella es Adiya —dijo Benu—, la mujer del sumo sacerdote más anciano de nuestro clan. Es una kareeb, y por eso mismo también es un dios.

Ella no es ningún dios. Los ojos de la figura, inalterables y semejantes a unos orbes, mostraron de algún modo su falta de aprobación. Es un demonio.

Esas palabras provocaron que el cuerpo de Adiya se fundiese y, en un acto que desafiaba a las leyes de la realidad, se reconstituyó para mostrar otra criatura por completo. Ante Benu se presentó el torso desnudo de Adiya sobre incontables tentáculos, cada uno de ellos cubierto con cientos de fauces cuyos bordes emanaban bilis. Tres cuernos sobresalían por entre su raído pelo. En lugar de una mandíbula, un enorme orificio latía en la parte inferior de su cabeza, soltando saliva a la espera de la llegada de comida.

—Un demonio... —Benu se estremeció. Había oído hablar de ellos: males antiguos nacidos de las eras y situados más allá del entendimiento. Nunca había visto uno.

El demonio sintió tu duda y eso lo atrajo a nuestra selva sagrada.

—¿Con qué propósito me persigue?

El espíritu elevó su brazo, creando nuevas imágenes. Benu se vio a sí mismo comiendo del corazón. A pesar de lo que Adiya afirmaba, no le garantizó poderes similares a los de los dioses. No provocó nada. La visión espectral se transformó de nuevo para mostrar a Benu exiliado de las Siete Piedras, abandonado a su suerte de vagar por el Teganze como un kareeb, solo y acosado por la miseria, consumido por la tristeza y la vergüenza. Durante todo ese tiempo Adiya lo seguía de cerca.

Habría conseguido que comieses del corazón y abandonases todo lo que eres. Solo después te habrías dado cuenta del grave error que habías cometido. Durante los siguientes años, la criatura se habría pegado un festín con tu espíritu atormentado, pues tiene otros muchos más. Pero cuando el demonio te tentó, rechazaste su oferta. ¿Por qué?

—Los umbaru no somos débiles ni miedosos, como dijo el demonio. Seguimos nuestras viejas tradiciones relativas al honor y al orgullo. Luchando contra aquellos que se atienen de manera estrecha a las costumbres no conseguiremos nada. Debo enseñarles.

En ese momento los pensamientos provinieron de todas las figuras, como si estuvieran comunicándose al unísono.

Exacto. Estabas ciego, pero ya no. Ante nosotros tenemos a un profesor. Un líder espiritual y un sanador. Un guerrero que defiende la vida pero conoce la necesidad de la muerte. Ante nosotros tenemos a un médico brujo.

—¿Y qué hay del demonio? preguntó Benu. Esta vez solo respondió el espíritu líder.

Fuiste tú quien lo condujo hasta aquí. Y eres tú quien debe expulsarlo. Esta tarea es dura, pero recuerda siempre que los espíritus estamos aquí para guiarte. Estamos unidos a ti de manera eterna por la Tierra Informe.

Benu inclinó su cabeza. —Os doy las gracias.

Sin aviso alguno, la Tierra Informe desapareció con un impresionante fogonazo de luz. Benu abrió sus ojos como si estuviese despertando de un sueño.

Podía escuchar a Adiya acercándose, con un sonido deslizante parecido al de las serpientes retorciéndose en el barro. Por el rabillo del ojo pudo ver su verdadera forma, tal y como se le había aparecido en la Tierra Informe.

Dio un salto hacia atrás mientras uno de los tentáculos de la criatura realizaba un barrido bajo en forma de arco. El apéndice gritó en el aire, cortando los torsos de dos umbaru cercanos. Mientras el resto de los aldeanos se giraban para correr, el demonio gimió, enviando oleadas de energía saliendo de su cuerpo en forma de ondas.

La descarga lanzó por los aires a Benu, quien aterrizó contra una formación de rocas. Su cabeza le daba vueltas a consecuencia del golpe mientras se giraba sobre uno de sus costados. Unos cuantos aldeanos lograron organizar una defensa, lanzando dardos o clavando dagas ceremoniales. Adiya, imparable en aquella forma, fácilmente acabó con los ataques.

Los aldeanos iban a morir. él iba a morir.

El demonio destruyó a los defensores aldeanos. Olas de energía violeta surgían de su cuerpo, arrasando chozas y lanzando a los umbaru por el aire como si de muñecas mojo se trataran. Los tentáculos de Adiya se estrecharon con firmeza alrededor de cuellos, piernas y torsos. Las fauces de las que salían bilis devoraban carne y huesos.

El médico brujo avanzó hacia la criatura, cogiendo el filo que dejó el sumo sacerdote y una lanza del suelo. —¡Demonio! —gritó Benu—. ¡Abandona este lugar! Lanzó la lanza y esta salió hacia arriba, apenas provocando una magulladura en el hombro de Adiya. Pero fue suficiente para atraer la ira del demonio.

Adiya lanzó a un lado los cuerpos inertes que sostenían sus tentáculos y se giró. Los defensores del Valle Nublado lanzaban miradas arriesgadas desde detrás de las chozas en las que habían buscado refugio. Tal y como esperaba Benu, se fueron marchando poco a poco, desapareciendo en la seguridad de la densa selva.

Benu deslizó su filo a través de su mano abierta y después cerró el puño con fuerza, lo que hizo que brotase más sangre de la herida. —Soy Benu, del Clan de las Siete Piedras. ¡En mí fluye el poder de mi pueblo!

—Tu pueblo te ha abandonado. —La risa ultramundana del demonio resonó por doquier—. Estás solo.

—Estoy eternamente unido a la Tierra Informe. ¡Soy el Puente viviente con Mbwiru Eikura! A mi lado están los espíritus del reino del más allá. Siempre me guían con su sabiduría. Y a veces...

El médico brujo abrió su mano y lanzó la sangre al demonio. Las múltiples bocas de Adiya salivaron por el aroma de su siguiente aperitivo.

¡Me ayudan con su fuerza!

Un foco de energía de color verde pálido surgió alrededor de Adiya. En un instante surgieron cientos de brazos del más allá, extendiéndose a través del velo que separa este mundo de Mbwiru Eikura. Las furiosas extremidades agarraron y arañaron al demonio, haciendo que la criatura se viese despojada de su carne.

Antes de que Adiya pudiese ser descuartizada tuvo lugar una explosión de magia en su cuerpo, reduciendo los brazos de los espíritus a briznas de humo de color verde jade. Un tentáculo se enrolló alrededor del cuello de Benu y lo atrajo hacia adelante hasta que su rostro estaba a escasos centímetros de la boca palpitante de la cabeza del demonio. Su pútrido aliento lo inundó por completo.

Benu se retorció mientras las fauces del tentáculo comenzaban a morder su cuello. Las bocas comenzaron a desgarrarlo todo, devorando toda la carne y sangre que encontraban. Las manos del médico brujo se quedaron sin fuerzas a causa del dolor, y solo era ligeramente consciente de la hoz que se resbalaba entre sus dedos. Haciendo uso de sus últimas fuerzas, afianzó su agarre. Benu propinó una potente patada contra el pecho del demonio, y la criatura retrocedió brevemente... Lo suficiente como para que el joven umbaru encontrase su oportunidad.

Introdujo su filo en la frente del enemigo, empujándolo hasta la parte posterior de la testa del demonio. Una mirada de incredulidad se dibujó en sus ojos inhumanos antes de que su cuerpo se estremeciese como un árbol desnudo atrapado en un violento viento. Los tentáculos se sacudieron en el aire, lanzando a Benu a un lado.

La cosa llamada Adiya se atrofió y se derrumbó sobre el suelo, falta de vida.

El mundo alrededor de Benu pareció detenerse mientras cogió reposo sobre su espalda, con sangre manando de su cuello. Los árboles en uno de los extremos de la aldea se balancearon con una suave brisa. Los cantos de los pájaros y las bestias resonaban procedentes de la selva. El sol desapareció en el horizonte, señalando el fin de otro Igani.

La muerte se cobró su peaje sobre Benu poco después. En un principio se resistió a ella, confundido porque el destino lo había llevado a ese momento y sabiendo que nada de lo que había aprendido llegaría a oídos de los suyos. Pero justo antes de que su corazón latiese por última vez, recordó las palabras de los espíritus...

Tú, Benu, te encuentras equidistante entre el mundo de las sombras y la Tierra Informe, como si hubieses nacido en la frontera entre ambas. Esta conexión será tu mayor arma.

... Y se fue en paz.

El caminante de las dudas

Médico brujo

Descargar el relato en formato PDF